Elevado en el aire, en una jugada que parecía terminar solo en un mal centro, Kevin Quevedo logró lo impensado: una chalaca ante la mirada atónita del zaguero argentino Franco y toda la inutilidad con que se lanza el arquero Rafael, solo para acompañar una definición soberbia que significó el empate 2-2 entre Alianza Lima con Sao Paulo en Brasil. Un resultado tan importante como histórico.
El golazo, de los mejores de la semana en la Copa, supuso la consagración del equipo blanquiazul. Mientras Gorosito también explota a brazos abiertas de alegría y euforia, se han cumplido exactamente diez minutos para una gesta salvaje e imposible, en la que Alianza Lima resucitó para convertir un 2-0 en contra ante Sao Paulo en el Morumbí, en un 2-2 para levantar cabeza, el ánimo y los puntos en la tabla.
El cuadro blanquiazul no solo logró sumar luego de caer ante Libertad, sino que consiguió un empate en tierras brasileñas, algo que no había conseguido nunca por la Libertadores. El elenco victoriano llevaba 19 derrotas consecutivas, desde 1963.
No fue un partido nada fácil para la visita. Cinco bajas y una alineación con intérpretes en defensa y en el mediocampo que no parecían dar seguridad ni confianza. Peor aún porque el partido empezó con un recital de toque, amague y acierto de un Sao Paulo, aunque también con algunas bajas, más seguro y convencido de ser favorito en casa.
Aún así, Alianza no solo supo resistir media hora de juego sino que mantuvo a un Sao Paulo con pocas ocasiones de gol, poco peligro en su arco. Sin embargo, a los 32 minutos de juego, el extremo brasileño Aldemir Ferreira entró por la banda, superó la marca estática de Marcos Huamán y definió ante la temerosa salida de Viscarra. Un gol producto de la dejadez íntima y la habilidad rival a los 32 minutos.
Cinco minutos después, otra vez el sector derecho de Alianza siendo frágil y un centro que encuentra a Ferreira, que de media palomita cruza el remate de cabeza para el 2-0. Alianza parecía acabado.
Un segundo tiempo blanquiazul
En la parte complementaria, Sao Paulo bajó las revoluciones en su juego y le cedió el balón a Alianza Lima. Le dio espacios sin mediar consecuencias. Y los íntimos viajaron en el tiempo a las fases previas y recobraron la memoria con el toque como estilo fundamental para la sorpresa y el daño.
Es así como a los 66 todo funciona. Si uno revisa en Youtube, es posible contabilizar 15 toques limpios, impecables, hasta que la pelota llega a Castillo para una definición perfecta. Los de Sao Paulo solo miran, no entienden, no saben cómo Alianza les acaba de dar su propia medicina. Era el minuto 66.
A los 72 el Pipo mete dos cambios para tentar el milagro. Saca a un cansado Barcos y mete a Paolo para mantener un referente de punta y evitar que Sao Paulo se vuelque al ataque. También entra Mart Cari, un chico de 17 años, tacneño, al que no le tembló las piernas ni le dio mareos jugar la Libertadores en el Morumbí ante un equipo de 80 millones de dólares.
Y a los 76 sucedió otro milagro. Mucho más voluminoso y efectista por la forma en que acontece. Centro fascinante de Huamán, quien siempre buscó proyectarse y luego una escena de poco pudor como el arte: Quevedo agitándose, levitando, para meter una chalaca hermosa y a la vez fatal para el portero brasileño. Un 2-2 salvaje en diez minutos.
Alianza Lima rescató un punto en el Morumbí. Pero también dio un golpe anímico para pelear en la Copa: un equipo diezmado por las bajas supo reaccionar y dar pelea en un escenario con todo en contra.