En la parroquia asturiana de Hevia hay poco más de 1,000 habitantes y menos de 500 viviendas, donde están vecinos de toda la vida pertenecientes a generaciones que han formado parte del paisaje deslumbrante de la región que evoca al arte. En ese contexto nació en 1997 Álvaro Fidalgo (27) con un montón de sueños que le iban a cambiar la vida a millones de personas.
Sensible desde pequeño y con un semblante sereno como el suelo en el que había nacido, Fidalgo vivió en plena entrada a la adolescencia el boom de La Roja y su dominio mundial futbolístico. Con 13 años, el pequeño Álvaro quedó absorto con la selección de Luis Aragonés y ese medio campo virtuoso cambiaría la forma de entender el juego para siempre.
Inspirado por esa colisión de emociones y arte patrocinados por Iniesta, Xavi y Busquets y una manera de ser y vivir, Fidalgo ingresó en 2012 a la cantera del Real Madrid y, tras una cesión al Rayo Majadahonda, se afianzó en categorías menores se convirtió en un pilar del Castilla en Segunda División en la temporada 2017-2018, con Santiago Solari como entrenador. El argentino, convencido que estaba ante una joya que había que cuidar y explotar.
Pero, aunque Fidalgo soñaba con hacer vibrar al Bernabéu, la vida le tenía preparada una travesía inusitada tal vez en el momento en el que su entorno creyó que su talento, preparado para la élite, se iba a diluir en divisiones menores del fútbol español. Porque en 2020, sufriendo para adaptarse al C.D. Castellón, Solari lo llamó por teléfono desde la Ciudad de México para decirle que necesitaba de su talento para dirigir los hilos de su América, equipo al que había llegado recientemente. Ninguno de los dos, ni nadie de los que vio llegar a Álvaro al país, se imaginó que la liga mexicana estaba a punto de cambiar para siempre.
Desde su llegada, Fidalgo demostró su hidalguía para tratar la pelota. Pronto el americanismo, que no mostró ninguna emoción a su llegada, supo que estaba ante un futbolista de época al que le podían entregar todas sus ilusiones. El asturiano, sensible en sus modos y agradecido, las tomó y, desde ese marzo de 2021, las ha cultivado para alimentar la historia del club con un tricampeonato nacido prácticamente desde sus pies y su sapiencia.
Fidalgo es ya uno de los mejores extranjeros que han llegado al fútbol mexicano. Pero, más allá de un tricampeonato soñado, el sensible Álvaro ya ha dejado un legado perpetuo que ha redefinido, incluso, la cultura futbolística del país. Muchos niños que en los últimos años decidieron ser jugadores de fútbol lo hicieron por culpa de él, que con su cabeza levantada y puntas de pie mueve el balón siempre con propósito, siempre hacia al frente.
Y, por si fuera poco, el apego que Fidalgo tiene por México ha traspasado los límites de la cancha del fútbol. En un país con el sentir nacionalista a flor de piel, nada emociona más que un foráneo que adopte, abrace y se entregue a una idiosincrasia compleja pero orgullosa de sí misma. Consciente de que había encontrado su lugar en el mundo, después de Asturias, Fidalgo no dudó ni un segundo cuando tuvo la oportunidad de convertirse en mexicano.
Si hablamos de legislación y de apego a la Constitución mexicana, Fidalgo ya es un ciudadano más con los mismos derechos que una persona nacida en alguno de los 32 estados que conforman el país. Él, agradecido, sonríe siempre y se deja querer por aquellas personas que le han abierto los brazos.
La noticia de su naturalización provocó un delirio generalizado en el fútbol nacional que lo exige y anhela verlo vestido con la camiseta de la Selección Mexicana de Fútbol. No obstante, a pesar de cumplir con la legislación nacional, Fidalgo todavía no cumple con un estatuto impuesto por la FIFA que pide a cualquier naturalizado estar, por lo menos, cinco años como residente en el país que lo ha acogido.
En medio de un proceso de reconstrucción interno en el Tri, y como si la vida no fuese lo suficientemente poética, Fidalgo cumplirá con el plazo que exige la FIFA en marzo de 2026; tres meses antes del inicio de la Copa del Mundo que co organizará México, Canadá y Estados Unidos.
Una fecha marcada por el calendario pasional de un país que anhela superar el umbral de los octavos de final en un Mundial y, de paso, construir un equipo alrededor de la sensibilidad, inteligencia y talento de un asturiano que supo encontrar la estabilidad que requería para demostrarle a todos cómo es jugar bien –muy bien— al fútbol.