Del mismo modo que cabe preguntarse qué sería ahora de Lamine Yamal si Dembélé no se hubiera ido al PSG, es lícito cuestionarse cómo sería la situación de Gonzalo en este Mundial de Clubes sin la gastroenteritis de Mbappé. Pero el fútbol va de eso, de estar preparado para cuando aparezca la oportunidad. Y ahí demostrar el nombre de cada cual.
Sucede que el del canterano del Real Madrid, por su irrupción y por su forma de hacerlo, viene apadrinado por otros dos de manera inevitable. Por el de Raúl González, con cuyo oportunismo de delantero conecta, y por el de Joselu Mato, cuyo perfil estaba huérfano desde su salida. Y un nexo muy patente en los tres: el madridismo. Hasta el hecho de ser conocidos por su nombre de pila les une.
Lleva bien las comparaciones el de Boadilla y las agradece, aunque de manera educada su mensaje viene a ser uno lógico: escribir su propio nombre es lo que le interesa. Y es lo que está haciendo bajo esa lluvia de paralelismos. Porque no es solo que esté siendo diferencial en los partidos blancos del Mundial de Clubes, es que ya es único en la competición.
Porque nadie presumir de lo que ha hecho: marcar y/o asistir en los cuatro partidos que ha disputado en el torneo. Un gol ante Al-Hilal, Salzburgo y Juventus y una asistencia contra Pachuca. Olise ha generado un tanto más, si bien su estadística está inflada por el 10-0 contra Auckland (en los dos últimos duelos, de hecho, se ha quedado en blanco).
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