Entonces, mientras algunos futbolistas Blues celebraban el logro conseguido, el de ser campeones del mundo en este nuevo formato ideado por la FIFA, otros se enfrentaron a los parisinos, enfadados por la forma de perder en un partido en el que mostraron su impotencia para hacer siquiera un gol al Chelsea.
En esas, en el centro del campo, parecían tenerlas tiesas Achraf Hakimi con Joao Pedro. Ni corto ni perezoso, Luis Enrique, en vez de dar ejemplo y separar a sus futbolistas como intentaba hacer su colega Maresca, agarró del cuello al delantero brasileño, que nada más notar el contacto, cayó al suelo de espaldas fulminado. Parece evidente que exageró la caída, pero la agresión existió del técnico asturiano.
Donnarumma, que parecía calmado tras hablar con el entrenador rival, italiano como él, se encendió al ver lo que pasaba y se metió en la trifulca. Ya había tenido un enganchón con algunos jugadores rivales cuando Palmer anotó el primer tanto.
La bronca, los empujones y los insultos continuaron unos minutos más, ofreciendo un deplorable espectáculo que afeó lo que debería haber sido una gran fiesta del fútbol. Ganó el Chelsea la final. Perdieron todos la deportividad.
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