En el Bolonia, el futuro de Riccardo Orsolini (28) está en juego. Extremo derecho, con el número siete a la espalda, nacido en 1997, Urso se ha convertido con los años en mucho más que un extremo: es el símbolo de un equipo que ha sabido crecer, el ídolo de la afición, un líder técnico y carismático que ahora se encuentra en una encrucijada.
¿Se quedará, convirtiéndose quizás en una auténtica bandera rojiazul, o hará caso a las sirenas que vienen a por él cada verano y probará una nueva aventura?
El Bolonia, entretanto, está levantando un muro. Tras la salida de Ndoye, Vincenzo Italiano tampoco quiere privarse de Orsolini y ha hecho saber que lo considera fundamental para el proyecto. Y el club, cuyo contrato termina en 2027, nunca ha puesto al jugador en el mercado.

Él mismo nunca ha forzado la situación. Orsolini lo dejó claro en una reciente entrevista a la Gazzetta dello Sport, en la que habló de su profunda vinculación al Bolonia, al club y a las personas.
"Llevo aquí muchos años, nos guste o no, estamos unidos a la piazza, a la afición, como a una novia con la que llevamos muchos años y de la que, si nos vamos, nos arrepentimos. Lo confirmo: sería una pena".
La estima de Gattuso (47)
A los 28 años, sin embargo, también es normal hacerse preguntas. La carrera no es infinita y la ambición, sobre todo después de una temporada que terminó con el histórico gol de la Liga de Campeones, es legítima. Compararse con otras etapas, buscar una dimensión internacional estable, seguir en la selección nacional: son pensamientos que pasan por la cabeza de cualquier jugador, y Orsolini no es una excepción. Y Gennaro Gattuso, seleccionador italiano, ya le ha dicho que cuenta con él.
"Soy un profesional, sí, pero estoy indisolublemente ligado al Bolonia", explicó. Pero luego añade, dejando una ventana abierta: "Nunca he manifestado el deseo de salir, ni al club ni mucho menos a mi equipo. Solo dije que, si había ofertas concretas, primero tendría que pasar por el club y, después, si ellos decían que sí, la pelota pasaría a mí. No nos precipitemos. Hubo llamadas telefónicas, pero...".
Palabras que sugieren apertura, pero sin prisa. Orsolini es ahora querido, considerado, en el centro de un proyecto ambicioso. Dejar todo esto podría significar volver a empezar: quizás para ser uno de tantos en otro sitio o, tal vez, para dar el salto definitivo en su carrera. Nadie sabe qué pasará si se va.Lo que es seguro es que si se quedara, se convertiría realmente en la bandera que le falta al Bolonia desde hace años.